martes, 6 de diciembre de 2011

(L)


Y si me ves dar un paso atrás, que 
sepas que solo es para coger carrerilla.

Los mejores años de nuestras vidas, capítulo 4

Por Marina:
James había venido desde California para ver a su madre, que era española.
No tenía nada que ver con la mayoría de los chicos con los que había salido. Era guapo, sí, pero tambien era un chico malo. Me había contagiado todo lo que hacía. Cuando le veía sonreir, me ponía feliz. Cuando él estaba triste, a mí se me saltaban las lágrimas. Y, cuando, por primera vez, sacó un cigarro de una cajetilla color rojo y blanco, yo también quise probarlo. Quise hacer lo que hacía él. Yo también quería que mis labios hiciesen esa ligera curva cuando exhalaba el humo, también quería que mi boca supiera a tabaco, como la suya.
  Pero, sobre todo, empezé a fumar compulsivamente cuando James volvió a los Estados  Unidos. Aunque aún podía hablar con él por teléfono, o por facebook, sabía que para llamar a James y escuchar su dulce acento, tendría que pagar una gran factura de movil. y las palabras dichas por chat eran vacías.
Pero cuando sacaba el mechero y lo acercaba a la punta del pitillo, cuando mi dedo giraba la rueda y se encendía una llama anaranjada, me embargaba la emoción. Me imaginaba cada momento con James, cada día que habíamos pasado juntos, y me imaginaba que quizas él, aunque estaba lejos, estaba fumando, también, y estaba pensando en mí.
   Y esa posibilidad, por remota que fuera, me hacía sentir mejor. Como si volviese a estar a su lado.
***
   Cuando el pitillo se consumió, lo tiré al suel y lo pisé con mi sandalia negra. Era septiembre, y hacía calor, pero algunas nubes blancas tapaban el sol. Caminé hacia donde se habían dirigido Sofia y ese tío bueno.
   Y les ví allí, a pocos centímetros uno del otro, sonriendo, mirándose a los ojos como embobados.
   -Aaah-escuché decir a Sofia en tono condescendente.
   -¿Pasa algo?-dijo ese chico, mientras se pasaba una mano por su espesa melena.
   Sofía inclino la cabeza y sonrió de la manera mas coqueta que nunca había visto en ella.
   -Bueno, si no nos ha llamado ninguna profesora... Me voy-dijo con pinta de no querer irse-. Mi amiga me tiene que estar echando de menos.
   -¿Tu amiga es esa chica de pelo rizado que nos está espiando?-dijo mirándome con esos ojos color miel que hicieron que me derritiera.
   Sofía rió, muy segura de sí misma.
   -Sí, es esa-dijo.
   Los dos me miraban, sonriendo, cuando sonó la sirena. Sofía corrió hacia mí, dando saltos, prácticamente volando. Y ví que, por primera vez en mucho tiempo, mi amiga estaba realmente felíz.